Gregorio Luperón
De orígenes humildes, tuvo que
trabajar desde niño para colaborar en la economía familiar. A la edad de
catorce años encontró empleo a las órdenes de Pedro Eduardo Dubocq, un
comerciante establecido en Puerto Plata a quien algunas fuentes biográficas
atribuyen la paternidad del muchacho. Conocía bien la lengua inglesa (su madre
era una inmigrante de color de las islas británicas), tenía dotes para la
oratoria y en la biblioteca de su patrón pudo iniciar una sólida formación
autodidacta.
Comprometido con la causa
independentista del país, una pelea contra partidarios de la anexión española,
promovida por el gobierno de Buenaventura Báez, le llevó a la cárcel, de donde
escapó para buscar refugio primero en Haití y después en los Estados Unidos. En
1863 regresó de forma clandestina a la República Dominicana para participar en
varios movimientos de insurrección; las tropas rebeldes le concedieron el grado
de general.
El autoproclamado Primer Gobierno
Restaurador de Pepillo Salcedo, con sede en Santiago, valoró pronto su
patriotismo y su capacidad combativa y le encargó la Jefatura Superior de
Operaciones en la provincia de Santo Domingo, con la misión de enfrentarse al
ejército anexionista comandado por Pedro Santana. Cumplió con su cometido y
consiguió desarrollar una guerra de guerrillas que desgastó severamente las
fuerzas militares españolas. Finalmente, España entregó el país a los
independentistas el 11 de julio de 1865.
Luperón aceptó la vicepresidencia de
la Junta Gubernativa de Santiago y, restaurada la República, regresó a Puerto
Plata, donde sus paisanos le recibieron como a un auténtico héroe nacional.
Desde su ciudad natal impulsó una severa oposición al régimen de Báez,
nuevamente en el poder, y encabezó el triunvirato (Luperón, Pimentel y García)
que en 1866 consiguió derrocar al gobierno y ejercer el poder ejecutivo entre
los meses de mayo y agosto de aquel año.
Disuelto el nuevo órgano gubernamental
en favor de la constitucionalidad, asumió la presidencia el general José María
Cabral. Pero Báez derrocó nuevamente al gobierno de Cabral en 1968 con la
pretensión de anexionar el país a los Estados Unidos y Luperón se vio obligado
a abandonar la República. Desde el exterior desplegó una intensa campaña de
oposición al gobierno dominicano e incluso preparó una expedición
revolucionaria que no consiguió resolver con éxito. No cejó en su empeño de
impedir la anexión y elevó repetidas protestas ante el Senado estadounidense
que finalmente evitaron la incorporación de la isla a la superpotencia del
norte.
La Revolución Unionista de 1873
expulsó a Báez del poder y colocó a González Santín al frente del gobierno. En
1876, Ulises Espaillat se convertía en presidente del país y Luperón aceptó el
cargo de ministro de Guerra y Marina en el nuevo gabinete. La renuncia del
presidente devolvió el poder a Báez, el eterno enemigo político de Luperón que,
una vez más, tuvo que exiliarse.
Durante el siguiente trienio el país
vivió un periodo de inestabilidad política y rápidas alternancias de poder.
Finalmente, en octubre de 1879, Luperón accedió a la presidencia de un gobierno
provisional que, con sede en Puerto Plata, instauró un régimen liberal, trató
de reinstitucionalizar la República y preparó el proceso electoral que, a
finales de 1980, otorgó el poder a Fernando Arturo Meriño.
Gregorio Luperón se retiró a Europa en
calidad de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario. Cuando regresó
al país, el ejecutivo de Francisco Billini le nombró delegado del gobierno en
el Cibao. Desde su nuevo puesto se enfrentó al movimiento revolucionario de
1886 en Puerto Plata y contribuyó a la llegada al poder, un año después, del
presidente Ulises
Heureaux.
Decepcionado por las actitudes
dictatoriales del nuevo líder del país, buscó apoyo, sin éxito, en el gobierno
haitiano para combatirlo. Se encontraba en la isla de Saint Thomas en 1897
cuando enfermó de cáncer. Enterado, Heureaux acudió personalmente en su ayuda.
Después de escuchar serias recriminaciones de su antiguo jefe y de aceptarlas
calladamente, se reconciliaron. Luperón aceptó regresar al país, para lo que
abordaron el buque de guerra que había transportado a Heureaux hasta la vecina
isla, y retornaron a Puerto Plata. Allí falleció el 20 de mayo de 1897.
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