sábado, 2 de noviembre de 2013

Piropos, cuando la violencia contra las mujeres se refugia en la cultura


Piropos, cuando la violencia contra las mujeres se refugia en la cultura

No quiero tu piropo, quiero tu respeto.
Contrario a lo que muchos hombres piensan, a muchas mujeres le desagradan, convirtiéndose en una forma de violencia. Foto: HOY
“Diablo mami tu si `tá buena” , “sácale cédula que ya es mayor de edad” “¿Y to´ eso es tuyo?”, “si como caminas cocinas guárdame un chin de concón”, “cuando pasó por Aduanas, ¿le pagaste sobrepeso?”.  Estas son apenas algunas de las frases, conocidas como piropos, cuya supuesta intención es halagar, pero que en efecto día a día lastiman la dignidad de muchas mujeres dominicanas.
Durante muchos años han sido vistos como una expresión cultural normal, incluso algunas mujeres afirman que les gusta porque las hace sentir “halagadas”, sin embargo, son muchas las que se sienten incómodas y atropelladas.
Martha , como la llamaremos para proteger su identidad, es una de las últimas. Cuenta que un día tenía una reunión de la junta directiva de la empresa donde se desempeña como gerente. Se le hizo tarde por el clásico tapón matinal de la avenida Jhon F. Kennedy. Por eso cuando finalmente llegó iba atravesando con prisa el parqueo y de repente una expresión se quedó retumbando en su cabeza: “Que buen filete para esta yautía”. Se paró en seco y jura que por 30 segundos experimentó el requesón de cuando te dan un golpe. Miró con mala cara al “piropeador”. Era un obrero que efectivamente desayunaba yautía. Contó hasta 10 y siguió caminando a su junta, importándole un poco menos lucirse en su faceta de empresaria, ya ese día se sentía desempoderada.
Apropiación de las mujeres. ¿Por qué un hombre que no conoce a una mujer se siente en el derecho de comentar en voz alta y de manera pública su aspecto? La doctora Sheila Báez entiende que este comportamiento revela la apropiación social y cultural de las mujeres y de su cuerpo.
Nisaly Brito y Sheyla Baez
Nisaly Brito y Sheyla Baez coinciden en que los piropos revelan una cultura de apropiación y cosificación de la mujer.
“La realidad es que es una falta de respeto y es cosificar el rol de la mujer y pensarla como un objeto al que puede acceder libremente. Además, destacan de manera muy evidente los roles diferenciados de los dos sexos: hombre activo y mujer pasiva”, explica la también egresada de la maestría Género y Desarrollo que imparte el Instituto Tecnológico (INTEC).
Opinión similar tiene la psicóloga social Nisaly Brito, dominicana residente en México, quien explica la relación directamente proporcional que existe entre los piropos y la violencia machista.
“La cultura machista entiende que los cuerpos de las mujeres son de dominio público, por eso nos pueden decir lo que ellos quieran y en el momento que lo deseen”, expresa la también máster en Derechos Humanos y Democracia.
Agrega que los piropos son una manifestación de la cosificación sexual de la mujer. “Nos gritan cosas feas porque nos ven como una masa de carne que está dispuesta a someterse al placer masculino”, indica.
Nisaly enfatiza que uno de los indicadores de que los piropos son una manifestación de la violencia machista es que  sólo los “tiran” los hombres. En este punto, Sheila plantea una excepción: también lo hacen las mujeres que se salen de los roles y estereotipos de género que nuestra cultura asigna a las mujeres.
¿Exageración?  La Organización Mundial de la Salud (OMS)  indica que dos de cada tres mujeres en el mundo son violentadas en algún momento de su vida. Que existen múltiples tipos de comportamiento agresor y que no todos son físicos es una idea que comparte Yaneris González, activista feminista, y que hay que tener presente para entender por qué calificar los piropos como violencia y acoso sexual callejero no es una exageración.
Y es que  especialistas en la materia y organismos internacionales coinciden en que constituye violencia cualquier acción ejercida contra una persona  contrario a  su voluntad, produciéndole desagrado, molestia, incomodidad, angustia y/o sufrimiento.  Precisamente incomodidad, molestia y desagrado son las sensaciones que muchas mujeres describen al recibir un piropo. De hecho, el acoso sexual se define por el miedo y la incomodidad.
“El  contenido de la mayoría de los piropos es esencialmente violento. Se refiere a nuestras vaginas, nuestras nalgas, nuestros senos…con ligereza y vulgaridad”, apunta Nisaly.
El piropo como acoso sexual callejero entra en dos de las categorías de violencias descritas por el famoso  sociólogo noruego Johan Galtung: La violencia directa, que comprende aquellas conductas de violencia física o verbal, y la violencia estructural, aquellas situaciones de explotación, discriminación, marginación y dominación que se perpetúan en la estructura social.
Ciertamente hay piropos más ofensivos que otros pero en todos los casos se cuestiona quién los hace y por qué. En este sentido Sheila dice que no ve problema en que un amigo, un compañero de trabajo o un hermano, es decir, una persona conocida y de confianza, le comente a una mujer lo bien que se ve, pero el problema es sobretodo cuando se trata de un desconocido que se cree con el derecho de hacerlo.
Al respecto, Nisaly reconoce la existencia de piropos románticos que, por ejemplo, invitan a las mujeres a casarse, pero insiste en que fortalecen la falsa idea del “sexo débil” y plantean a la mujer como una propiedad.
Inconsciente pero no inocente. “Yo no lo hago por mal, sino por bien. Es para que la jeva sepa que está buena”, dice Carlos, profesional del mercadeo,  de 27 años de edad, quien no entiende por qué una mujer habría de molestarse por un piropo. De hecho, cuando nos tomó confianza  nos confesó que piensa que quienes se enojan por semejante halago son unas malas agradecidas.
Lo cierto que si bien es posible que algunos hombres  de manera consciente no buscan herir,  los piropos son una forma de violencia contra las mujeres y además revelan la relación de poder tradicional y desigual, además del mito de que los hombres tienen licencia social para abordar a las mujeres sin que esta licencia sea recíproca y son un indicador de la autoridad que social y culturalmente tienen los hombres sobre las mujeres, como reza en una publicación del Centro de Género de Intec.

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